Alguna vez oímos contar a los
abuelos sobre todo, de la existencia de este personaje, allá por las alturas de
la meseta del Bombón. Aquel personaje que rondaba por estos parajes, con la
única intensión de apropiarse de ganado ajeno. Nadie sabe de donde fue, ni
quien realmente fue, nunca se contó de donde es, ni si tiene familia o no. Solo
se supo de las aventuras, encuentros, experiencias y sus travesías por la
sierra central.
Tenía aproximadamente 8 a 10 años
cuando oí por vez primera de este personaje, en una tarde muy bella cuando el
sol se ocultaba, y resplandecía el reflejo del ocaso en el lago Chinchaycocha.
El abuelo (Don Román), había tomado su huallqui y su puro con ishco, sentado al
lado de la puerta de la choza como todas las tardes, luego de haber cerrado a los
animales en sus corrales, observaba el atardecer masticando su coca. Aquellas
tardes solía contar sus experiencias vividas, algunos cuentos y aventuras. Hoy
tocaba contar de Lucho Rayo, este famoso pillo, con quien había tenido algunas
rencillas en sus épocas buenas.
Atento a lo que decía había
tomado un cojín, un poncho viejo, cubierto del frio me senté a su lado y oí. El
abuelo miró al horizonte y como transportándose a aquellos tiempos, tomó un
suspiro y exclamó ¿Que habrá sido de la vida de Lucho Rayo?, a lo que pregunte,
¿y quien fue él abuelo? El respondió: fue un tiempo cuando solíamos cuidar
animales de la cooperativa donde trabajaba como caporal (jefe de pastores), un
tiempo cuando teníamos que cuidar los animales (vacas y carneros) solo del atoc
(zorro), que entraba a los dormideros y se llevaba a los corderitos, becerros
recién nacidos, gallinas y conejos. Pero en este tiempo había empezado a
perderse los animales grandes, empezando desde algunos caballos, burros, vacas
y carneros. Nadie sabía ni encontrado ningún indicio sobre las pérdidas. Fue cuando
decidimos reunirnos con los pastores y vecinos para hacerle un seguimiento, un
rastreo y averiguar sobre los animales perdidos, pues no solo eran de la
cooperativa, sino de los vecinos que habitaban en el lugar.
Cada pausa que hacia el abuelo me
intrigaba y quería saber más. El anochecer estaba enmarcando toda la meseta y
no se veía muy bien, si no el reflejo rojizo del sol en el cielo, con si fueron
los últimos suspiros del adiós del astro rey. Cuando reiniciaba el relato; sin
dejar de masticar su coca y continuó; una vez cuando estábamos de compras para
la semana, en la feria de Junín, nos encontramos con paisanos que vivían al
frente del lago, allá por Ondores, San Blas, Sasicucho, y en la conversación
comentaban que también a ellos se les estaba perdiendo sus animales hacia un
buen tiempo. Pero que ya estaban tras los pasos de quienes serían los culpables.
Tayta Tomas, decía que es un tal Lucho Rayo, que anda de día y de noche como
Pedro en su casa, como si fueran sus tierras.
Ese tal Pedro anda en su caballo,
a paso lento por los caminos si miedo a nada, como si estuviera inspeccionando
su territorio. En su alforja lleva todo, desde cucharas, platos, ollas hasta
frazadas para que duerma. No importa donde cae la noche dicen que se duerme en
cualquier lugar. Eran los comentarios que hacia la gente; entonces ya con algo
información subimos a las alturas con las compras hechas y pensando en las
estrategias para cuidar los animales, sobre todo de noche. Entonces ya se
rumoraba de el que andaba de cantina en cantina, que también hacia sus
compras los martes y que parecía que
andaba solo. Yo no creía hijo me dijo el abuelo. Como va a andar solo, si es
ratero andará con sus compinches, decía el mientras tomaba su puro y sacaba con
un palito bien elaborado el ishco y se llevaba a lo boca para matizar el sabor
de su coca. Una vez decía, después de varios meses como todos los martes
habíamos ido a la ciudad de Junín, a hacer las compras semanales, pues la feria
siempre se realiza aquel día, era un día donde casi siempre nos encontrábamos
con amigos, paisanos y familiares y muchas veces solíamos quedarnos en alguna
cantina a tomar media con media; pregunte al instante ¿Qué es media con media
abuelo? Es caña mezclada con gaseosa, o también tomábamos el remojadito que era
una damajuana (botella grande) donde se remojaba una culebra con caña acentuó
el abuelo. A veces en aquellas cantinas conocíamos nuevos amigos, algunos
vendedores de la feria que se quedaban. Entonces, aquella vez ingresé a tomar
un copón en la tienda de la tía palita, dejando mi caballo afuera, cuando en
eso ingresó un desconocido vestía casi como del lugar con su poncho, sombrero y
todo, pidió también su copón y se sentó metros más allá. Ahí nomás llegaron
algunos paisanos y vendedores que acostumbraban a tomarse unos traguitos dice
que por el frio. Tragos iban y tragos venían, el desconocido conversaba y
tomaba con otras personas también, muy de rato en rato salía a echar de menos a
su caballo y estaba pendiente siempre de la puerta.
Había pasado un buen rato, la noche casi estaba
llegando, los tragos pesaban ya y la
cabeza no estaba en su lugar, cuando uno de los paisanos me presentó al
desconocido este cuando nos saludamos me dijo: mucho gusto paisa Lucho Rayo
para servirle. En aquel momento quede helado, a la vez eufórico, nadie hacia
nada por retenerlo a pesar que muchos sabían quien era él. Entonces recuerdo
que le empecé a increparle si temor a nada pues estaba picado (ebrio), cuando
fresco de huesos me dijo, pero yo solo me presto unos cuantos y de los que
tienen bastante animales, a ellos no les hace falta, no terminó de hablar cuando
me le fui encima, con toda mi furia lo golpee con todo los ajos y cebollas,
recordándole a su madre, dejándolo casi inconsciente y yo sobre el agotado de
la golpiza que le propine. Habíamos hecho tanto alboroto que en tan solo
segundos aparecieron los guardias. Nos llevaron al calabozo. Amanecimos ahí los
dos encerrados pues hijo, acotó el abuelo. Desperté con la resaca y adolorido
por los golpes que nos habíamos dado y que los guardias también nos habían propinado.
Estábamos frente a frente cuando llegó tu abuela y tus tíos a sacarme, me habían
traído caldito verde para reponerme y frazada por si me quedaba en el calabozo.
Habiendo hecho todos los trámites respectivos y presentando la denuncia contra
el supuesto ladrón me disponía a salir. Cuando Lucho Rayo me llamó y me dijo, Román
carajo, ni más chuparé con gente de acá, pero voy a salir y ¡Cuando salga comeré
caldo de cabeza con tu calavera! Es lo último que le escucho decir y fue una de las pocas veces que lo vi en
toda mi vida, nunca cumplió su amenaza. Salió al poco tiempo gracias a una
coima a los guardias, contaba la gente. También dejó de robar por el lugar
donde vivíamos por un tiempo. A pesar de haber sido un ladrón muy suelto de
huesos, tuvo mucha gente que también lo quería y se recuerda aun de él. Nunca
supe a donde se fue, ni si tuvo esposa, hijos, ni por último cuando murió. Así
es la vida pues hijo eso me pasó cuando aún tu papá era muy joven recalcó. Solo
me acuerdo de aquella frase que se quedó en mi cabeza: Román gritó: ¡Cuando
salga comeré caldo de cabeza con tu calavera! Me dijo. Y se rió mirando al
cielo, nuevamente suspiró y me dijo es hora de descansar, mañana hay que
levantarse temprano, ya salieron las estrellas también. A lo lejos se oía a los
perros ladrar cuidando su rebaño, ya era su turno de cuidar.