domingo, 16 de septiembre de 2012

Vacios

Cuando el corazón se aflige, no hay remedio que lo calme, no hay elixir que lo salve. La penas, el sufrimiento y hasta el llanto, son las secuencias que te llevan  al punto más alto de la desesperación, el miedo y te llenes de… vacíos.

Ricardo había nacido en los Andes peruanos, en un pueblo pequeño muy cerca del lago, aquel día de su llegada no hubo doctor, ni obstetra, ni una enfermera, solo una vecina que socorrió a su mamá en los momentos de parto. Aquellos años no había movilidad disponible para llevarla a un centro asistencial, la ciudad quedaba muy lejos.

Por aquellos años era habitual que lo alumbramientos se llevaban acabo en sus casas, con la asistencia de familiares o conocidos, en fin, Ricardo había llegado a este mundo en un hogar cálido, la familia tenía un pequeño restaurante, allí vivía con su abuela, sus tíos y también su bisabuela a quien tuvo la suerte de conocerla, todos eran familia ascendente de mamá. Sus primeros años fueron de felicidad, como cualquier niño de esa edad solo pedía comida, juguetes y abrigo, tuvo todo lo que necesitó, incluso, tantos papás como tíos tenía y a todos ellos les decía “papi”, en su inocencia creyó que era normal llamarlos así, no fue malo.

A los cinco años mamá le llevó al jardín a cursar el primer eslabón de estudio para ese tiempo, ahí conoció amiguitos nuevos, juguetes nuevos, una realidad totalmente diferente como si fuera otro mundo, igual al inicio fue maravilloso, jugaba, aprendía nuevas cosas, los colores, figuras, vocales y tantas cosas nuevas para él. No tardó en comprender que cada niño o niña que fueron sus compañeritos, tenían un papá y una mamá, confundido entre sus pensamientos se preguntaba –pero si yo tengo ¿cuatro papás?-  era raro para él. De tanto dudar y pensar, un buen día decidió preguntárselo a mamá, -Mamá ¿Quién es mi papá? – Dijo todo temeroso, tras la pregunta sintió un silencio sepulcral, mamá se había quedado perpleja por la inesperadas pregunta, Ricardo sospechó algo y atinó a decir – Mamá ¿yo tengo papá?- fría y pálida luego de unos segundos interminables de silencio mamá respondió. Hijo sé que eres muy pequeño para entender algunas cosas, pero debes saber la verdad – dijo mamá, ella sabía que el momento de decir la verdad había llegado, no imaginó que sería tan pronto, pero era el momento. Con tono suave y cariñoso, como lo trataba siempre comenzó a contarle la historia de su padre no sin antes advertirle – Hijo, por algo pasan las cosas, son los designios de Dios – le recalcó. Sí tuviste un padre hijo, él trabajaba por la selva como conductor, levaba abarrotes, madera y muchas cosas a la capital y retornaba de la misma manera,  no nos veíamos muy seguido, siempre que estaba de paso se queda un día por la casa, ya que el comía siempre en el restaurante que teníamos en la carretera central.

- Casi cumplías un año y medio cuando nos llegó la triste noticia, uno de sus compañeros de trabajo que estaba de paso nos dio cuenta de lo sucedido, tu papá había tenido un accidente saliendo de la selva allá por Pucallpa, habían hecho todo lo posible para salvarlo pero ya era demasiado tarde, tu papá no resistió y falleció - contaba mamá.
En ese instante Ricardo sintió que el corazón se le partía, sus ojitos se llenaron de lágrimas y pensó que le habían mentido cruelmente. Entre sollozos su madre trató de abrazarlo, pero Ricardo salió corriendo hacia su dormitorio, busco su cama, cogió su frazada, se hecho dentro de ella como queriendo escapar de algún sueño y lloro, lloro desconsoladamente, su madre fue en busca de él, se sentó a su lado, trato de hablarle suplicarle que lo escuchara, pero no oyó respuesta alguna. Ricardo lloraba e imaginaba tantísimas cosas, sentía que no era nadie, hasta pensaba que no era el hijo de mamá, fueron momentos interminables y duros a la vez. Sentía un dolor inmenso en el pecho, su corazoncito palpitaba desesperadamente, su respiración se aceleraba y lloró… lloró y lloró.

Aquella tarde sintió por primera vez un vacío, un vacío que le carcomía las entrañas, por primera vez sintió una tristeza en lo profundo del alma y mucha, mucha pena en su interior. Un poco calmado minutos más tarde,  se sacudió de la frazada y vio que estaba oscureciendo, al instante sintió mucho miedo, observó a su alrededor y mamá no estaba, necesitaba de ella, sus brazos querían abrazar y su cuerpecito solicitaba calor, cuando de pronto entró Corina su madre con un platito de sopa que le había ido a preparar, sentado con la mirada perdida y muy desconsolado lo observó, se dirigió hacia su pequeño con temor, aquel instante Ricardo extendió sus brazos buscando cariño, abrazos y besos, Corina corrió hacia él y se abrazaron fuertemente en un lazo interminable, se besaron mucho y lloraron.

Entre llantos alcanzó a decir – solo dime que tu eres mi mami… dímelo por favor – suplicaba, Corina lo apachurraba mientras le decía que era su madre y le prometía que jamás le ocultaría nada más, Ricardo tenía mucha preguntas, mamá tenía las respuestas para todo, así pasaron las horas de aquella noche imborrable para él e interminable para ella. Sin ser culpable de nada, ni haber cometido nada, el vacío había cobrado vida en su interior, había incógnitas en su mente, preguntas que mamá no hubiera podido responder, mientras Corina le decía – Dios no es malo, él sabe por que hace las cosas, has perdido un padre pero él te dio cuatro “papis” que son tus tíos – concluyó, en seguido por el cansancio del día y todo lo que le había ocurrido, se cerraban sus ojitos en tanto que Corina le cantaba canciones  y le arrullaba hasta que se quedó profundamente dormido y mamá junto a él.

Ricardo no fue al jardín los últimos días de aquella semana cruel y dura para él, de regreso a las aulas, trató de ser el mismo, de continuar con su rutina, pero ya no era el mismo, algo en su interior había cambiado y para siempre. Sus compañeros jugaban corrían, saltaba y reían, él aguardaba distante de ellos aún con el dolor de haberse enterado aquella noticia  y el sufrimiento era cada vez más. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero no llena los vacíos.

Pasaron los días mientras él trataba de olvidar y sobrellevar aquel tema que lo aquejaba, sin querer sus compañeros de clase le recordaban – mi papá me compró esto, mi papá me compró aquello – le decían, mientras el lamentaba no tenerlo, no tardó en comprender que los supuestos cuatro “papis”, solo eran los tíos y que a ellos no les podía exigir ni pedir nada. Corina trabajaba duro para darle lo necesario, Ricardo entendió que no podía pedir más, pero también estaba seguro que tenía la mejor mamá del mundo. No era fácil asimilar la situación, por más niño que fuera supo doblegar su tristeza y la falta de un padre, aunque tantas veces se preguntaba, ¿Cómo sería él?, ¿me querría como lo hace mamá?, ¿me compraría juguetes y cosas? Y tantas preguntas que le cortaban hasta la respiración de solo imaginar.

Muchas noches en la soledad de su habitación o mirando al cielo en el patio de la casa, buscaba respuestas, siempre había un reclamo al espacio, siempre un ¿porqué te lo llevaste?, ¿porqué me lo quitaste?... y sin querer entre sus peticiones había aprendido a rezar y entre sus suplicas  pedía fortaleza y felicidad para su madre. Aprendiendo a sobrellevar aquel amargo destino, alimentaba día con día aquel vacío que cada vez que le recordaban aún sin querer, eran como punzadas de una lanza que no sabía ni por donde venía.

Pasaron los años, Ricardo creció con la figura única materna, tratando de llenar los vacíos a veces tan inmensos y otras tan intensos, de la mano de aquellos cuatro “papis” que el destino o Dios le había dado, aprendió mucho de ellos, a trabajar, a sobrevivir y hasta jugar. Lleno su vida de muchos momentos agradables junto a ellos, amó más que nunca a su madre desde aquel día en que fue sincera con él y cada minuto de su vida, jamás exigió más de lo que tuvo, siempre la apoyo en todo, jamás se avergonzó de ella y lucharon juntos por ser cada día mejores. El vacío jamás se llenó, aún guarda ese espacio para que pueda ser llenado por alguien, quizá en esta vida, quizás en el más allá. Aún guarda remotamente esa esperanza, aún lleva a cuestas aquel vacío.


Hyo, 16/09/12 - Dedicado a mis tios Humberto, Beto, Ivan y Abel Yauri Campos.
A mi preciosa madre con todo mi corazón Carolina Yauri Campos.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Para... Gladys TEJEDA PUCUHUARANGA


Con la carita partida y la helada encima,
 Domaste las mañanas entre lluvia y neblina,
Con pasos de rayo domaste el clima,
Corriendo mañanas entre piedras y espinas.

Supiste ganarte el cariño y respeto,
A base de esfuerzo, premura y afecto,
Llevaste a tu tierra, en lo alto del pecho,
Surcando fronteras, muy cerca del cielo.

Con orgullo llevaste, nuestra bandera peruana,
A un país tan lejano, con atuendo de dama,
Corriste entre tantas, como una campeona,
Dejando a muchas, buscando la gloria.

Eres hija junina, de estirpe guerrera,
De roja y blanca como tu bandera,
Redoblando esfuerzos, rosaste la gloria,
Sintiendo la barra del CEI La Victoria.
 Las gracias te damos, entre flores y aplausos,
De alegrarnos la vida, con tus rápidos pasos,
Nunca claudiques, aunque recibas zarpazos,
Mantenga la calma y paga mal con abrazos.

Tu pueblo te espera, aunque no lleves medallas,
Con saber que has llegado, rompiendo las vallas,
Tu futuro es seguir, ganando batallas,
Corriendo fugaz, con fuerzas y agallas.

Que Dios te bendiga e ilumine tu vida,
Por ser la campeona, orgullosa junina,
Nos diste alegría y esperanza divina,
Alcanzando tus metas no habiendo cabidas.

 
 
Dedicado a nuestra campeona Gladys Tejeda Pucuhuaranga
Richard Malpartida Yauri - Junín – 02/09/2012